¿Cuando había nacido? ¿Cuántos años tenía? ¿Cómo habían sido sus padres? ¿Había siquiera nacido alguna vez? Lo único que recordaba era el frío y azul océano, siempre a su alrededor, abrazándolo y meciéndolo. El susurro de las olas, la oscuridad abisal y la furia de las tormentas. Las corrientes, las plantas marinas, la fina y suave arena removida por el oleaje. El eterno silencio. Durante años.
Y era hermoso, y lo amaba, pero necesitaba algo más.
Siempre estaba solo. Nadaba, se acercaba a otros seres de las profundidades, pequeños y grandes, pero no eran como él. Ellos no entendían sus palabras, no sentían su soledad. Tampoco buscaban amigos, porque no los necesitaban. Se alejaban de él, aleteando en el agua salada, preocupados solo por sus propios asuntos. Buscaba y buscaba, pero no encontraba ningún otro ser como él.
Miraba sus palmeadas manos. Tan diferentes de las aletas de los otros peces. Palpaba con ellas su cabeza. No era como la de los demás. Extrañas y finísimas plantas brotaban de ella, y apenas tenía escamas. Lo único que compartía con aquellos seres, los que le rodeaban, era su cola. Pero al parecer, no era suficiente para que se quisieran acercar a él.
Había nadado durante largo tiempo, por todos los mares del mundo, pero jamás había hallado alguien con quien estar. Se sentía vacío, cansado de buscar, quería dejarse morir.
De este modo, cerró los ojos y se dejó arrastrar por el oleaje, esperando fundirse con el mar.
Pasaron días y días, y lo único que veía a través de sus párpados cerrados eran los rayos del sol, que atravesaba en irisadas manchas la superficie. Hasta que un día, sintió la arena en su espalda y el aire en su pecho. Abrió los ojos, y se descubrió encallado en una playa. Nunca antes había llegado tan lejos... le había dado miedo salir del mar. Había cosas extrañas más allá de la arena. Extrañas algas que se alzaban majestuosas fuera del agua, cuyas verdes extremidades protegían del ardiente sol, que comenzaba a quemar su sensible piel. El viento se sentía diferente allá arriba, se oían cosas diferentes.
Oía voces, pero eran muy diferentes de las que había oído de los seres que había conocido hasta ese momento. Aquellos sonidos sonaban fuertes y estridentes en comparación con los amortiguados sonidos de las profundidades, pero se sentía extrañamente atraído por ellos. Se acercó cautelosamente hacia las voces, y llegó hasta un lugar de blanca arena.
Fue así como vio a la Gente.
No eran peces, eran algo distinto. Miró sus manos, y descubrió que se parecían asombrosamente a la de la Gente. Tocó su cabeza, y descubrió que la Gente tenía también esas extrañas plantas en ella. Y no tenían escamas, pero tampoco cola.
Se decepcionó. Así que ellos tampoco eran como él...
Pero también parecían semejantes. Vio como la Gente estaba junta en la playa. Se hablaban entre sí, jugaban, hablaban, se sonreían. Y dejó de sentirse tan solo, porque la Gente parecía disfrutar de la presencia de la otra Gente, y tal vez quisieran estar con él.
Pero no se acercó, sentía miedo. Porque, si finalmente la Gente también le rechazaba, ¿qué esperanza le quedaría? Les observó durante días, siempre desde lejos. Soñaba como sería estar con ellos, pero no osó decirles nada.
Pero un día, uno de aquellos seres se alejó del resto. Se desplazaba por la arena con sus extrañas extremidades, hasta que estuvo muy lejos de los demás. Entonces le vio. Se escondió de él en el agua, pero el ser seguía mirando en su dirección. De modo que se armó de valor, y saliendo del agua, se aproximó a él.
Al principio pareció desconcertado, y observó con sorpresa su cola. Hasta ese instante, siempre había amado su cola, se sentía orgulloso de ella, porque era lo único que le unía al resto de peces. Pero en ese momento la odió con toda su alma, porque le hacía diferente de la Gente.
Sin embargo, el ser no se alejó. Aunque al principio parecía reticente, parecía interesado en él. Intentaba hablarle, le sonreía, le tocaba, procuraba entenderle. Y él sintió una felicidad infinita. No entendía sus palabras, pero ya las comprendería. Ya no estaría nunca más solo.
Pero el ser parecía no conocer las maravillas del mar, pues nunca había visto a la Gente adentrarse en el océano, siempre estaban en aquella horrible arena seca, bajo el ardiente sol. Quería enseñarle las maravillas del mar, toda su belleza. Quería que Él viera lo que había dentro del agua. Las hermosas olas, la espuma blanca, los rojos arrecifes de coral, los brillantes peces de colores.
Cogió la mano de Él, y tiró de su brazo para introducirle en el agua. El ser le siguió al principio, pero cuando se sumergieron, empezó a tirar de su mano, intentando soltarse. Se sintió triste, porque pensaba que Él no quería estar a su lado. Pero entonces comprendió lo que de verdad sucedía: Él tenía miedo, porque nunca había visto el mar.
Sonrió, y siguió tirando con fuerza de la mano del ser, hacia las profundidades.
Cuando viera la belleza del océano, cuando conociera todas sus maravillas, olvidaría su miedo. Entendería que el mundo seco era horrible. Tal vez se quedaría a su lado, viviendo con él bajo el agua, para siempre. Quería que Él fuera feliz a su lado.
Pronto llegaron al fondo, y el ser dejó de hacer fuerza. Se sintió feliz, porque Él ya no se resistía, y se dejaba llevar bajo el agua sin oponerse. Sin duda, había visto que el mar era mucho más hermoso que la tierra seca. Seguro que quería ver más, y él se lo enseñaría.
Pero cuando se volvió para mirarlo, descubrió que le pasaba algo raro. No se movía, y sus ojos abiertos parecían vidriosos y apagados. Ya no le hablaba, ni sonreía. No hacía nada, solo flotaba, inerte. Se empezó a asustar, no comprendía que le pasaba.
Se le ocurrió que tal vez el mar no le gustaba, y se apresuró a llevarle a la superficie de nuevo. Si no le gustaba el mar, entonces viviría con Él en la tierra seca, aunque el sol le hiciera daño en la piel y en los ojos.
Pero aunque le tendió en la arena seca, el ser siguió sin moverse. Sintió un nudo en el pecho, aun peor que la soledad que había sentido durante años. Esperó a que Él despertara, pero no lo hizo.
No comprendía que había pasado, pero sabía que había sido culpa suya que el ser, su primer amigo, dejara de moverse. Y su dolor se hizo insoportable. Se sumergió de nuevo en el mar, derramando por sus ojos la misma agua salada que le rodeaba, y juró no volver a acercarse jamás a la Gente.
Nombre del fic: Océano
Autor: Kurisu (Dangerousfangirl)
Enlace: http://dangerousfangirl.blogspot.com/
Advertencias: Shonen ai, drama.
Recomiendo leerlo mientras se escucha esta canción:
"The little mermaid Luka"
( http://www.youtube.com/watch?v=wAdrOEdLlPA )
que es la que escuchaba yo mientras lo escribía XD
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